Quiero ser feliz ahora y
deseo ser feliz toda mi vida...
El
lenguaje, tan sufrido como es, nos lleva a veces a confundir semánticas de palabras y verbos como los que nos ocupan. ¡Qué diferente es querer que desear!, ¿verdad?.
Siendo dos términos de carácter positivo, querer es un verbo cortoplacista, ¡para ya mismo!, ahora quiero algo o quiero ser algo cuanto antes. Desear es a largo plazo, con estabilidad, permanencia y continuidad en el tiempo.
Si trasladamos esto a nosotros mismos y a nuestras organizaciones, nos damos cuenta qué gran diferencia hay entre ambos términos:
- Cuando una organización simplemente "quiere" algo, intenta dirigirse inmediatamente hacia ese algo, persigue el éxito en su consecución de manera rápida, absoluta, muchas veces sin tener en cuenta otros "quereres". Se suele tratar de objetivos a corto plazo, sin planificación, sin contextualizar en el marco de la propia organización y, cuando nos limitamos a querer, solemos ir dando bandazos, sin rumbo definido, sin estrategia clara... nos podemos perder por el camino.
- Por el contrario, cuando esa organización realmente "desea" algo, se prepara concienzudamente para conseguirlo, porque lo desea a largo plazo, con permanencia, tras una reflexión previa, encajando ese deseo en su propio contexto. Para ello suele definirse una estrategia que le ayude a dar pasos y avanzar hacia ese deseo, evitando los temidos bandazos y cambios de rumbo.
Muchas organizaciones fracasan o pierden muchos recursos porque se plantean sus avances en querer unas cosas u otras, según distintas influencias que le afectan, pero no acaban deseando nada en concreto. Los diferentes agentes de influencia desplazan un querer e instauran otro en periodos de tiempo muy cortos y la organización, "víctima" de estas influencias, se limita a plantear tácticas para conseguir lo que quiere - o cree que quiere - en ese momento, que puede entrar en contradicción con lo que quería un momento anterior o con lo que querrá en el momento justo posterior.
Por lo tanto, hemos de aprender y acostumbrarnos a desear las cosas, a reflexionar sobre qué es lo que deseamos y prepararnos para ello, definiendo una estrategia adecuada (aquí una de las grandes diferencias entre táctica y estrategia), apartándonos lo menos posible de ésta estrategia y persistiendo en ella.
Al final, perseguir los deseos es perseguir el éxito, nuestro éxito, el de los nuestros. Pero... hay que tener en cuenta que todo deseo comienza con un querer, toda estrategia comienza con una táctica.
Para finalizar, para alcanzar el éxito en cualquier actividad o contexto en el que nos encontremos, acostumbrémonos y aprendamos a desear, a desear queriendo y no simplemente a querer por querer, porque nos perderemos en el tortuoso camino de los quereres...¡Deseemos!