Los escaparates se llenan de corazones y rosas rojas y todo adquiere forma de corazón. Todo se inunda de amor y rojo pasión en San Valentín.
Ese día en el que tienes un detalle con tus compañeros de equipo y aplicas varias refactorizaciones de código. Las variables y métodos ahora tienen nombres descriptivos, reduces el código duplicado y logras una organización lógica que habla por sí sola. El resto de compañeros leen el código como si de un libro de aventuras se tratase.
Ese día en el que tratas con más cariño las entregas a cliente y aplicas correctamente la metodología. Tus clientes te felicitan porque reciben encantados una instalación limpia y ven cómo su software está bajo control.
Ese día en el que pones más pasión en tus tareas y aplicas una mejora de usabilidad, pensando en la felicidad de los usuarios, mejorando su día a día.
Ese día en el que actualizas todas las herramientas a versiones estables y de pronto tu entorno de desarrollo funciona como una gran orquesta sinfónica, y el paso a los demás entornos se convierte en algo entrañable y deja de ser un acto de fe.
Ese día en el que las incidencias que se repiten continuamente, acaban convirtiéndose en un problema con solución, tu gestor de incidencias te indica el camino, los compañeros se ayudan, y las herramientas, por fin están de tu lado. Tus clientes reciben contentos la noticia, porque aquellas incidencias enquistadas irresolubles, soportadas con estoicidad como una plaga bíblica, por fin tienen solución.
Ese día en el que la calidad va de la mano del desarrollo y de la gestión de servicios y se convierte en el primer día de un nuevo amor, un día en el que descubres la pasión por la calidad.
La calidad es como una planta. Hay que regarla, cuidarla y mimarla todos los días. Todo el amor que le ofrezcas desinteresadamente, te lo devolverá con creces.
¿Por qué sólo en San Valentín?